


Hola
Pastores Ramón Vélez y Rosa Miranda

conoce a nuestros pastores

Pastor Ramón Vélez
Desde muy temprana edad, supe que había algo especial que Dios había depositado en mi corazón. Tenía apenas diez años cuando sentí por primera vez el llamado pastoral. En aquel momento, no comprendía del todo la magnitud y hermosura de este llamado divino, pero sin duda marcó el inicio de un camino de propósito. Crecí en el entorno de la iglesia, donde mis padres sembraron en mí los valores del Reino de Dios. Sin embargo, fue a los 23 años cuando mi vida dio un giro definitivo: desarrollé una pasión profunda y un compromiso genuino con mi Señor. Al igual que Job, puedo testificar con convicción: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven”.
A partir de esa experiencia transformadora con Dios, mis prioridades comenzaron a alinearse con Su voluntad. Aunque mi formación inicial fue en el campo de las artes —me gradué como licenciado en Diseño Gráfico y trabajé creando murales a través del arte del aerosol (graffiti)—, el anhelo de conocer más a Dios fue creciendo con fuerza en mi interior. Decidí entonces dedicarme al estudio de la Palabra, tomando clases con un amigo predicador. Poco a poco, mi arte comenzó a reflejar los valores y mensajes cristocéntricos que ahora ardían en mi corazón.
A los 24 años, junto a mi amada esposa Rosa, fuimos llamados a servir como pastores de jóvenes en nuestra iglesia local en Puerto Rico. Esta etapa fue una bendición extraordinaria, pues tuve la oportunidad de predicar en múltiples iglesias a través de una combinación única de pintura y mensaje. Además, fui invitado a diversas escuelas donde pude compartir con los jóvenes cómo Dios puede transformar vidas por completo y usar cualquier talento o medio —incluso el arte urbano— para Su gloria.
En 2014, nos mudamos a Fort Worth, Texas, donde comenzamos a servir con gran entusiasmo en la iglesia Una Nueva Familia. Durante ese tiempo, apoyé al pastor en diversas áreas, entregando mi esfuerzo con pasión para que más almas conocieran a Cristo y la iglesia creciera con propósito. En septiembre de 2016, asumí con gratitud y reverencia el rol de pastor principal, luego de que nuestro pastor se trasladara a otra ciudad. Desde entonces, Rosa y yo hemos pastoreado esta congregación con el mismo fervor que nos impulsó desde el principio, guiando a un pequeño grupo que, con el favor de Dios, ha crecido tanto en número como en fe.
Convencido de la importancia de estar bien preparado, decidí completar una maestría en Estudios Teológicos. Esta formación me ha enriquecido enormemente en mi labor pastoral. A lo largo de estos años, hemos sido testigos de un crecimiento espiritual impresionante: vidas transformadas, corazones sanados, personas liberadas y restauradas por el poder del Espíritu Santo.
Hoy, seguimos sirviendo con gozo, confiando en que Dios tiene aún mayores cosas por hacer a través de Una Nueva Familia. Nuestra visión sigue siendo clara: alcanzar almas, discipular creyentes, y glorificar a Dios en todo lo que hacemos. ¡A Él sea toda la gloria!
Pastora Rosa Miranda
Desde las montañas verdes de Puerto Rico hasta las amplias llanuras de Texas, mi caminar ha sido marcado por la fidelidad de un Dios que transforma el dolor en propósito y las oraciones en realidad. A los 14 años, mi corazón encontró su verdadero hogar en Cristo, y desde entonces supe que mi vida le pertenecería por completo.
Mi anhelo fue siempre servir, y Dios me abrió puertas desde temprana edad a través del Ministerio Adonai, donde comencé predicando y adorando. Aunque crecí en un hogar con dificultades, en mi corazón ardía el sueño de formar una familia centrada en Dios. Él escuchó mi clamor y me regaló a Ramón, mi esposo y compañero de ministerio. Juntos hemos levantado una familia donde Cristo es el centro y la paz de Dios reina.
Como educadora de vocación y pastora por llamado, he vivido con pasión el deseo de influenciar vidas para bien, tanto en el aula como en el altar. El camino nos llevó a Texas, a la Iglesia Una Nueva Familia, y aunque dejar nuestra tierra fue un acto de fe, en este nuevo comienzo Dios nos sorprendió con una comunidad que hoy es hogar, refugio y campo de cosecha.
En estos años he visto milagros, desafíos, pérdidas y promesas cumplidas. Dios nos ha confiado la hermosa misión de pastorear, levantar, sanar y edificar a Su pueblo. Con cada paso, el Señor me ha recordado que no hay nada más valioso que vivir para su gloria.
Hoy sigo caminando con gratitud, liderando, predicando, discipulando y preparándome aún más para el llamado de restauración que Dios ha depositado en mi corazón. Mi oración es seguir siendo un instrumento de su amor, y que cada persona que cruce nuestro camino pueda experimentar lo que yo viví: que en Cristo todo se puede redimir, restaurar y renovar.